Desde abril hasta agosto de 1944, la fábrica de Volkswagen fue bombardeada a diario por los norteamericanos. Al final de la guerra, los ataques habían destruido gran parte de la fábrica. La superficie inutilizable llegaba casi al 33,8%, más del 20% de la maquinaria había sido destruida y una gran parte de los tejados habían caído, lo cual aumentaba la superficie inutilizable. A pesar de que la empresa manifestó que sólo estaba destruido el 60%, se habían perdido las bases para la producción, no sólo de coches, sino de cualquier producto. Cuando se reanudó la actividad, la producción llegó solo a un cuarto de los promedios anteriores, aunque no se mantendría durante mucho tiempo.
La planta de Fallersleben y sus trabajadores fueron liberados por el ejercito americano entre el 10 y el 11 de abril de 1945 (oficialmente, ni la fábrica ni la ciudad fueron jamás liberados, ya que al ser de reciente creación, no aparecía ni en los mapas)
Los soldados alemanes huyeron de la fábrica de Fallersleben, abandonando a sus trabajadores, en su mayoría prisioneros de guerra extranjeros, para que se produjeran disturbios. Los trabajadores destrozaron la mayor parte de la maquinaria y quemaron casi todos los documentos. Afortunadamente los alemanes habían escondido la documentación en las tuberías subterráneas de conducción eléctrica. Los documentos les resultaron muy valiosos a los británicos, que se hicieron cargo de la planta y de los trabajadores que se quedaron.
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